Una gran nave industrial en Tárrega (Lerida) se ha convertido en su espacio de creación. De hecho se parece más a un taller industrial que al estudio de un artista, no solo por las herramientas que utiliza, sino sobre todo por el ruido de las máquinas que por cierto contribuye a dar a su obra un aspecto tan artesanal y majestuoso a la vez. Es ahí donde toman vida sus creaciones: contrariamente a las tendencias más contemporáneas, que ven en los artistas los directores de obras

llevadas a cabo por otros, Díaz García es un muy buen artesano, además de un incansable creador. Además, su trabajo se desarrolla en soledad, ya que el artista prefiere no tener asistentes ni ayudantes, y considera el momento de creación como una parte casi mística en la vida del ser humano, que por lo tanto tiene que enfrentarse consigo mismo y sus fantasmas mientras el momento creativo acontece.

“Primero hago bocetos, luego dibujos y, finalmente, empiezo a elaborar piezas pequeñas hasta que doy con la maqueta que tengo en mente. Luego, una vez tengo la escultura que deseo en pequeño formato, la puedo multiplicar por cinco, por seis o por las proporciones que sean necesarias, sin límites de ningún tipo. La deformación de la materia consiste en trabajar las esculturas de hierro de la misma forma como se moldea el barro”.

“Realizo mis propias obras, sin referencias de ninguna clase de otros creadores. Para ello me inspiro en la naturaleza, que sin duda es el mejor escultor del mundo. Miguel Ángel, por ejemplo, observaba un bloque de mármol y a partir de ahí veía en su mente lo que sobraba, así que lo esculpía hasta crear la escultura. En mi caso utilizo un proceso inverso, ya que trabajo desde dentro hacia afuera, dando como resultado unas obras que, según algunos críticos de arte y prestigio internacional, están creadas con una violencia inmediata que, al mismo tiempo, demuestran gran sensibilidad y sutileza.”

“Sí, requiere un esfuerzo considerable del que termino exhausto. Durante toda mi vida he practicado el oficio de forjador clásico, y ahora traspaso esta experiencia a la escultura, por eso salen piezas de gran fuerza y sutileza. Pongo el hierro a 1.200 grados y lo voy moldeando y trabajando hasta que le doy la forma que me interesa, algo muy complicado de poner en práctica. También realizo esculturas en acero inoxidable mediante procesos de inmensa dificultad, ya que se requieren temperaturas de 1.500 grados para poder moldear la materia. Y ahora, además, estoy haciendo pruebas para crear esculturas a partir de la deformación de hierros mediante el impacto del agua.”

Dejadlos a los dos en libertad. Dejadlos en su mundo.
Nacieron ambos el uno para el otro.
Uno pone pasión, amor, sudor y fuerza.
El otro, que también es fuerte, intenta no ceder.
Simplemente por su propia condición.

Pero como es noble, se deja querer.
Uno gruñe, el otro grita, y acaban los dos cogidos
formando una sola cosa,
en una única proclama al cielo, ofreciendo su amor al creador.
Hemos vivido muchas cosas juntos y el himno siempre ha sido el mismo. Ambos nacidos del golpe y para el golpe.
¡Qué será de mí si me dejas solo, mi amigo del alma, mi yunque!


Antonio Díaz García